ECONOMÍA

Las medidas libertarias impactan en los clubes de barrio

Los aumentos de precios y tarifas y la reducción de subsidios pusieron en alerta a las entidades deportivas.



Con una inflación en alza y que durante el mes de diciembre llegó al récord del 25 por ciento a lo que se suman la reducción de subsidios y el inminente aumento de tarifas que, se espera, oscilen entre un 150 y 400 por ciento, los clubes de barrio ya asumen que en el mediano plazo deberán recortar servicios y actividades. El impacto que las medidas implementadas por el ejecutivo nacional empieza a mostrar en estas instituciones tal magnitud que, en los casos más complejos, no descartan la posibilidad de cerrar sus puertas.
 
La labor de un club de barrio podría resumirse en la práctica de distintas actividades deportivas y culturales. Pero además cuentan con otras actividades que tienen lugar en estos sitios: en el club del barrio confluyen el sentido de pertenencia, lo comunitario, la identidad; actividades en común de las personas que participan y comparten un intercambio cotidiano.
 
“En un club de barrio la función social excede a lo deportivo", explicó a Página 12 Leandro Lurati, titular de la Subsecretaría de Deportes de la Provincia de Buenos Aires. “En estas organizaciones se fortalecen los lazos comunitarios, la democratización de la toma de decisiones y la promoción de valores. Es también un lugar fundamental para el esparcimiento y el encuentro entre vecinos”, detalló el funcionario bonaerense.
 
“Las actividades con pocos socios corren riesgo de desaparecer”, advierte Adrián Fernández, presidente del Club Social y Deportivo Nolting de Ciudadela, que nuclea a 2.000 familias.
 
Sucede que con el aumento de los servicios disminuirá la recaudación y, por ejemplo, “el club no podrá seguir subvencionando una actividad con 15 o 20 socios, ya que no se podrá recaudar lo suficiente para pagar el sueldo de profesores, de seguro, de emergencia médica, de limpieza, de portería y de administración”.
 
Los aumentos en las tarifas vuelven a repetir la historia frente al escenario de las instituciones más indefensas. “El rol del Estado debiera ser proteger, no abandonar a clubes”, añadió Lurati y señaló que además de formar líderes, los clubes “extienden sus tareas incluso ofreciendo un plato de comida a las familias a través de comedores y merenderos”.
 
Daisy García es coordinadora del Club Parroquial San José, en La Matanza, donde miles de chicos y chicas asisten ya sea para practicar algún deporte e incluso para comer. Acerca de la coyuntura actual y los aumentos de precios, asegura que si la tendencia no se corrige "afectaría mucho en los servicios que se brindan porque dependen de proyectos del Estado Nacional y Provincial y de algunos aportes privados. Pero como también los privados van a estar afectados, las donaciones van a bajar. Por ende, peligra por ejemplo, la posibilidad de las salidas de los pibes en micros, las ligas, los torneos, que puedan participar de las salidas gratuitamente, e incluso peligran los servicios de merienda y equipamiento”.
 

Este club ayuda a los chicos y chicas, "meriendan con nosotros, tienen los patines gratis, los palos de hockey, las pelotas, y todo el dinero que entra por proyectos lo invertimos en el club”, detalló la representante de La Matanza, el partido más grande de la provincia de Buenos Aires.
 
Especificó también que a las nueve sedes dependientes de esa parroquia asisten 1.200 niños, niñas y adolescentes. “No vamos a cerrar, pero seguramente muchos de los profes renuncien porque no vamos a poder aumentarles”, explicó angustiada.
 
En cuanto al Nolting de Ciudadela, Fernández aseguró que, entre las actividades más tradicionales, la institución ofrece servicios especiales destinados a que los adultos puedan terminar el secundario, una oportunidad educacional que podría extinguirse.
 
También cuentan con un departamento social, el Nolting Solidario, que trabaja en programas específicos para días festivos y asiste a más de 100 familias brindando apoyo a los merenderos de los barrios populares más cercanos, como lo son los barrios Maldonado y Fuerte Apache.
 
Sebastián Iriarte, presidente del Club San Alejo, de Pilar, pintó el mismo escenario sombrío respecto a la suba de tarifas: “Los aumentos afectan la economía de todas las familias y la primera decisión que toman es no concurrir al club porque no pueden pagar la cuota social”.
 

Actualmente al San Alejo asisten 200 niños y 450 adultos: “Peligra la vida del club, porque si no van los chicos a desarrollar sus jornadas no tenemos motivo de existencia. Por poner un ejemplo, en situaciones extremas como fue la pandemia, tuvimos que hacer ollas populares. Con aumentos así sería imposible”, concluyó Iriarte. 
 

 



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