BURZACO

Cuatro escuelas de Almirante Brown fabrican sillas especiales para deporte adaptado

Trabajan juntas en la fabricación de sillas de ruedas para deportistas con movilidad reducida. Más de 50 estudiantes están involucrados en el proyecto.


Son sillas de ruedas a motor, especiales para la práctica deportiva del fútbol adaptado, con funciones que permiten distintas velocidades, la posibilidad de un radio de giro mucho mayor que una convencional y se manejan solo con un joystick.
 
Al trabajo lo llevan adelante más de medio centenar de estudiantes de cuatro instituciones educativas que funcionan en forma cooperativa y articulada. Son los Centros de Formación Profesional 403 y 404; así como el Instituto Superior de Formación Técnica 232 y la Escuela Secundaria Técnica 4; todos de Burzaco. 
 
Las cuatro casas de estudios funcionan como “unidades integradas”, donde cada uno aporta un conocimiento específico, ya sea en el armado del proyecto, el asesoramiento de las normas de seguridad, la fabricación y las adaptaciones necesarias para cada deportista. Y funcionan en Tomás Guido esquina Junín en el Parque Industrial de Burzaco partido de Almirante Brown.
 
Según detalla el director del CFP 403 Héctor Beraldi, el proyecto se basa en la confección de las sillas que incluyen materiales mecánicos, electrónicos; parte de robótica, de automatización. Son personalizados, teniendo en cuenta las características de cada uno de los usuarios y sus dificultades. "Todo realizado, pensado y confeccionado por nuestros estudiantes y asesorados por los usuarios”, cuenta en diálogo con Buenos Aires 12.
 
Todo nació en una charla de pasillo, en el Centro de Formación profesional (CFP) 404 donde se dan cursos de soldadura y herrería. Allí llegó Raúl, padre de uno de los deportistas, que buscaba formarse para fabricarle una silla de ruedas a su hijo.
 
"Cuando Raúl nos contó que su hijo practicaba una versión del fútbol adaptado para personas en sillas de ruedas, y para eso se necesitaban unas especiales, pero que comprarla salía más de 10 mil dólares y le era imposible adquirirla, enseguida pensamos en la forma para ayudarlo, aunque sabíamos que solos no íbamos a poder”, cuenta Beraldi, que inmediatamente se puso en contacto con sus colegas, Gabriela Vranic ,directora del Instituto Superior de Formación Técnica N°232, y Daniel Reinoso, director de la Escuela de Educación Secundaria Técnica N°4. Cada institución tenía algo para aportar.
 
Los CFP realizaron los primeros planos. Luego, el ISFT 232, que cuenta con la modalidad de Seguridad e Higiene, trabajó en la seguridad de los artefactos y en la adaptación para que los Centros puedan confeccionar el chasis y la implementación de Software con los alumnos de programación.
 
Para Vranic, “el carácter cooperativo y solidario es algo vital en este y en cualquier proyecto que desde las escuelas tengan impacto en la comunidad”. En esa línea no solo habla de las instituciones educativas, sino de la Asociación Argentina de Fútbol sobre Ruedas a Motor, cuya labor define como “imprescindible”.
 
El primer paso fue el armado del proyecto. Para eso, los días martes algunos de los padres que tenían una silla de ruedas propia, la llevaban a los talleres de los CFP no solo como modelo para la realización de planos, sino para pensar en cómo mejorarlos y hacer una versión superadora. “Nosotros no trabajos en serie, sino que hacemos un producto a medida, teniendo en cuenta las discapacidades de cada uno de los chicos, por eso creo que apuntamos a un producto superior”, asegura Vranic.
 
A partir de ese momento también comenzaron las reuniones entre los deportistas y los que podíamos definir como "los fabricantes", pero para la directora era solo “la unión de gente aprendiendo mutuamente”. En tanto, Beraldi recuerda: “Una de las primeras cosas que hablamos con los chicos de la asociación es que queríamos que sean parte de esta construcción. No que nos traigan una silla y en una fecha determinada se lleven el producto completo. Les dijimos: vení metete, opina. Contanos de la experiencia de uso, ayúdanos a pensar la mejor versión que podemos hacer”. Eso pasó.
 
La directora de ISFT 232 todavía recuerda esas charlas en el Parque Industrial como “un momento en el que todos aprendíamos del otro”. Y agrega: “Si bien la idea era saber más de su herramienta para ayudarlos, los chicos preguntaban sobre su deporte, sobre su vida, las charlas eran muy interesantes”. Las charlas no solo sirvieron para pulir las fabricaciones, sino que muchos de los deportistas adaptados, continuaron sus trayectorias educativas en estas escuelas, lo que para los impulsores del proyecto es “una de las mayores satisfacciones”
 
Beraldi recuerda que lo "sorprendió el compromiso" de los alumnos que se empezaban a quedar mucho más tiempo que el habitual en la escuela y los talleres para dedicarse al proyecto. "Te digo más, los chicos hicieron versiones en miniatura con impresoras 3D en la casa. Imaginate el embale que tienen”, ejemplifica.
 
Ambos directivos hablan de “un cambio de mirada”, donde el aspecto social del aprendizaje toma otra relevancia. “Nosotros (los técnicos) estamos acostumbrados a pensar algo para las empresas en función de algún trabajo específico, acá estamos haciendo algo para otra persona. Es realmente otra perspectiva”, destacan.
 
“Somos muy verticales, a veces se nos escapaba la parte solidaria, porque siempre pensamos en piezas, en proyectos, en pedidos, y acá aprendimos a mirar desde otro lado", dice Beraldi, que celebra la iniciativa porque sirve para "abrir la cabeza, tanto a docentes y directivos como a estudiantes". "En vez de fabricar una morsa, bueno fabriquemos una silla de ruedas, un andador, lo que sea, si tenemos los elementos, ¿por qué no vamos a ayudar?", se pregunta.
 
En esa línea, Vranic resume: “Hay algo pedagógico muy fuerte en este trabajo y es que los estudiantes pueden ver que lo que ellos aprenden permite ayudar al otro, de forma directa. Eso fue tomar conciencia del valor social de la educación”.



COMENTARIOS